Nos guste o no, el uso de las redes sociales puede causar ansiedad, depresión, y otros problemas que acarrean un desafío para la salud mental, ¿cómo puedes cambiar tus hábitos para minimizar el riesgo?

La plataforma social Instagram llenó los titulares el año pasado, al quitar los “me gusta”, en un esfuerzo de minimizar las comparaciones que herían los sentimientos de los usuarios, consecuencia de la popularidad y los contenidos que se compartían. Pero: ¿esos esfuerzos, realmente apuntan a combatir los problemas mentales que ocasiona la plataforma, o son simplemente una venda “curita” de primeros auxilios colocada sobre una herida muy profunda?

Opina Jaqueline Sperling, una sicóloga del Hospital McLean, que trabaja con jóvenes que experimentan desórdenes de ansiedad, que esta restricción es apenas un pequeño avance en la dirección correcta

“Incluso quitando los -me gusta-, las comparaciones y comentarios siguen existiendo. Las personas se siguen confrontando con los demás y todavía pueden dejar comentarios”

Riesgo versus recompensa

Las redes sociales tienen, naturalmente, un efecto multiplicador. Al usarlas, se activa el centro de recompensas cerebrales, liberando dopamina, ese químico que nos hace “sentir bien”, directamente ligado a actividades placenteras, como el sexo, las comidas, y la interacción social. Las plataformas sociales han sido designadas para convertirse en una adicción y están íntimamente asociadas con las afecciones tales como ansiedad, depresión, e incluso dolencias físicas.

De acuerdo con el afamado Centro de Investigaciones PEW. El 69% de los adultos y el 81% de los adolescentes en el mundo hispano usan redes sociales. Esto es un grupo desmesuradamente grande con un riesgo desproporcionado de sufrir de ansiedad, depresión u otras dolencias, debido al uso de los medios sociales.

Pero: ¿que hace que los usuarios regresen por más incluso a sabiendas que los hará sentirse enfermos?

“Cuando el resultado es impredecible, el comportamiento usualmente se repite”. Dice Sperling. “piénselo como si fuera una máquina tragamonedas, si el jugador supiera que nunca ganaría jugando, entonces no jugaría. La idea de una potencial ganancia futura les mantiene pegados a la máquina. Lo mismo se aplica a a las redes sociales. Nadie sabe cuantos “me gusta” una foto puede generar, o quién presionará “me gusta”. El resultado incierto y la posibilidad de que aumenten los seguidores es lo que mantiene estos sitios”

Para mejorar la auto estima y el sentimiento de pertenencia a un círculo social, las personas cuelgan del muro sus contenidos, con la esperanza de recibir comentarios positivos. Súmese a este contenido la estructura de una potencial recompensa futura, y tenemos la receta para que constantemente las personas estén constantemente entrando a la plataforma social.

Cuando revisan las actividades sociales de otros, las personas tienden a hacer comparaciones tales como: “¿Tuve tantos me gusta como estos otros?”, o “¿por qué a ésta persona no le gusta mi publicación, y a esta otra sí?”

Buscan, y esto es importante resaltar, ser aprobados en internet, lo que remplaza la validación de las conexiones que deberían tener en la vida real.

El miedo a perderse información actual y relevante juega un papel superlativo en la búsqueda de la integración social en línea. Piensan que se saltearán conexiones, invitaciones, chistes, bromas, en fin, experiencias de la vida diaria en comunidad. El miedo a no tener esas experiencias, esos segmentos de comunicación diaria que consideran esenciales, genera ansiedad y depresión. Cuando las personas verifican en línea y ven que han sido excluidos de una actividad, puede afectar sus pensamientos y sentimientos, y los puede afectar físicamente, por supuesto en forma negativa.

Un estudio hecho en el año 2018 por los británicos, relacionado con el uso de las redes sociales, mostró que podía interrumpir, o privar del sueño, lo que se asocia a su vez con depresión, pérdida de memoria, y bajo rendimiento académico. El uso permanente de los medios sociales puede afectar la salud física directamente. Investigadores han puesto de manifiesto que la conexión entre la mente y los órganos corporales pueden transformar la ansiedad y depresión en náuseas, dolores de cabeza, tensiones musculares y temblores.

Información extraída en parte de www.mcleanhospital.org . Traducida, adaptada y ampliada por REJA

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